Charlie Kirk, mártir del western

Que te maten de un tiro justo cuando estás defendiendo la libre circulación de armas no se sabe si es ironía divina, karma, un argumento en contra o un argumento a favor.

Carlie Kirk minutos antes de ser asesinado – Charles McClintock Wilson / Zuma Press / ContactoPhoto

El asesinato de Charlie Kirk -un disparo con un rifle de alta precisión, desde unos 180 metros de distancia- se inscribe dentro de la peculiar tradición estadounidense de zanjar las disputas políticas a tiros. En un país donde la ley permite la libre circulación de armas, no es raro que, durante una discusión que llega a las manos, en las manos haya una pistola. Al menos cuatro presidentes fueron asesinados a balazos durante su mandato -Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy-; Ford y Reagan sobrevivieron gracias a la mala puntería, mientras Theodore Roosevelt y Donald Trump salieron ilesos de sendos atentados con arma de fuego cuando ya habían dejado la Casa Blanca. Por falta de tiempo y de ganas, no me he molestado en contar cuántos senadores, alcaldes, concejales y otros cargos menores habrán caído víctimas del plomo durante los dos siglos y pico de existencia de esa orgullosa nación que no sólo se construyó, como casi todas, a sangre y fuego, sino que a veces parece una boda afgana.

A Kirk lo mataron en el momento en el que discutía bajo una carpa universitaria el derecho de cualquier estadounidense a portar armas, una costumbre que en sus mejores momentos nos dio el western y en sus peores las matanzas escolares. Uno de sus pensamientos al respecto dice así: “Creo que vale la pena pagar el precio, lamentablemente, de tener algunas muertes por arma de fuego cada año a cambio de la Segunda Enmienda que protege nuestros otros derechos otorgados por Dios”. Hablando de Dios, que te maten de un tiro justo cuando estás defendiendo la libre circulación de armas no se sabe si es ironía divina, karma, un argumento en contra o un argumento a favor. Partidario y amigo personal de Donald Trump, al presidente en funciones de emperador mundial le ha faltado tiempo para declarar a Kirk un mártir víctima de la izquierda radical estadounidense. Un epígrafe ideológico lo bastante amplio como para contener a Joe Biden y a Kamala Harris.

Charlie Kirk era un orador machista, racista y homófobo, un integrista religioso que clamaba contra el matrimonio homosexual, consideraba la Ley de Derechos Civiles de 1964 un grave error, se oponía al aborto incluso en casos de violación, abominaba del feminismo y creía que el destino de las mujeres está ligado al matrimonio y a la maternidad

Fuera de Estados Unidos, las reacciones más intempestivas al asesinato de Charlie Kirk tuvieron lugar en el Parlamento Europeo y en la cuenta de Twitter de Feijóo. Un sonoro abucheo, con zapatazos incluidos, quebró el minuto de silencio requerido desde la cámara, mientras que Feijóo le deseaba una pronta recuperación al activista cuando ya llevaba varias horas muerto. No se sabe si su cuatrero de redes sociales trabaja para Ayuso o para Sánchez, pero a nadie le hubiera extrañado que Feijóo pidiera por la salud de Kirk Douglas tras un mal día en el rodaje de Espartaco o por la rápida vuelta del capitán Kirk al mando del Enterprise. En cuanto a la pregunta retórica de Tellado, una imbecilidad sin precedentes, (“¿Qué pasaría en España si una persona de ultraderecha asesinara a tiros a un activista de izquierdas?”) no se puede achacar a un desliz o a la mala leche de un asesor: se trata de un comentario made in Tellado cien por cien, un telladismo químicamente puro.

De momento, se ignoran tanto el autor como las motivaciones del atentado mortal contra Charlie Kirk, lo que no impide la ultraderecha mundial aproveche para llevar agua al molino de la polarización y sugerir los prolegómenos de otra guerra civil en los Estados Unidos. En efecto, podría ser que a Kirk lo haya matado un izquierdista radical, aunque también podría ser un terrorista islámico, un perturbado mental o un paleto de ultraderecha algo confuso. A fin de cuentas, los tiroteos anónimos también cuentan con una larga tradición en el país de las barras y estrellas, cuando, sesenta años después, todavía no está muy claro quién mató a Kennedy. A los dos. Un siglo de éstos nos enteraremos, en cuanto el FBI y la CIA desclasifiquen los papeles.

Aparte de justificar muertes por armas de fuego, Charlie Kirk era un orador machista, racista y homófobo, un integrista religioso que clamaba contra el matrimonio homosexual, consideraba la Ley de Derechos Civiles de 1964 un grave error, se oponía al aborto incluso en casos de violación, abominaba del feminismo y creía que el destino de las mujeres está ligado al matrimonio y a la maternidad. Era prácticamente la antimateria espiritual de Martin Luther King, un hombre con quien la ultraderecha lo está comparando, en la vida y en la muerte, sin caer en la cuenta de que Kirk despreciaba al reverendo King y a todo lo que representaba. Por cierto, sobre James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King, pesa una nebulosa sospecha de conspiración muy semejante a la que envuelve la figura de Lee Harvey Oswald. Habrá que tener paciencia porque, en esto de descubrir crímenes, la justicia estadounidense tarda lo suyo. Sin embargo, al igual que sucede con los tiroteos, son sus costumbres y hay que respetarlas.

Fuente original: https://www.diario-red.com/opinion/david-torres/charlie-kirk-martir-western/20250912130401054086.html

 

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